Es imposible, al menos a estas alturas. Nadie, ningún individuo, podría abarcar todo el conocimiento que ha desarrollado la sociedad.
Todo el saber que se ha ido acumulando a través de las sucesivas generaciones. Y se ha conseguido, en cierto modo, desde el juego en equipo, mediante la especialización.
Unos se encargan de una cosa, otros de otra y todos disfrutan de los progresos de todos, o así debería ser.
Uno puede intentar ser autosuficiente pero difícil será que aprenda a fabricar un ordenador, programarlo, fabricar un automóvil, sintetizar un fármaco, trabajar la tierra y hacer punto de cruz. Demasiado para una sola vida. Parece evidente entonces que las ventajas del trabajo en grupo y de esa especialización que cada vez se hace más y más concreta son incuestionables. Y para mí desde luego lo son.
Pero no por ello hemos de dejar de observar las contrapartidas. Y es que, cuando uno está con la cabeza muy metida en un tema particular, es inevitable perder algo de perspectiva. Sólo ve el asunto que se trata y es muy fácil pasar por alto la interconexión que pueda tener con otros. Eso al final se puede convertir en un problema muy grande porque, ineluctablemente, cada profesional que alcanza la frontera del conocimiento actual en su área, requiere para los detalles de un alto grado de especialización. Por lo tanto, poco más o menos, se acaba en el mismo callejón sin salida. Entonces, ¿cuál es la solución? No tiene sentido reducir el acervo del conocimiento para que éste quepa en la cabecita de un solo individuo, sería un retroceso imperdonable. ¿Qué manera de avanzar queda entonces? Pues repetir la misma estrategia de trabajo en grupo pero esta vez en lugar de áreas de conocimiento, en grados de especialización.
Y es aquí amigos míos donde entran en acción los TODÓLOGOS, así con mayúsculas, que se lo merecen. Y ojo, que va en cachondeo pero sin sorna. En un principio puede parecer algo contraintuitivo, claro. Que a un especialista con años de carrerra y experiencia venga alguien con nivel de aprendiz palurdo a decirle hacia donde debe dirigir su línea de investigación le parecerá probablemente una ignominia. Y desde cierto punto de vista puede que lo sea. Pero, ay, amigo, si hablamos de perspectiva los todólogos son los reyes. Los putos amos, y la razón es bien sencilla. No es que sean mejores que el resto ni una raza aparte de elegidos, no. (De hecho basta con ponerles a hacer algo concreto y llevarlo a cabo en los detalles para poder resarcirse de la humillación de que superen a los mejores especialistas, dada su incompetencia en lo factual) Pero la razón de que puedan obrar tales milagros es que realmente, para darse una idea, no necesitan saber mucho de nada. Basta con saber un poco de todo. Será por supuesto el cargo más codiciado en la sociedad como se ambiciona más un menú degustación que un menú de cada jueves paella.
Para ser justos y no crear falsas expectativas, hay que decir que no todo el mundo puede ser un Todólogo de éxito. Se requiere un déficit de atención importante y un culo inquieto rozando lo enfermizo o la infestación por pulgas. Es imprescindible el ejercicio activo del olvido. Lo de no acordarse es de amateurs. Así se desprenden del lastre de lo banal para poder volar sobre el resto de mortales especialistas señalándoles, cual divinidad hebrea, el camino a seguir. Si bien la idea no es estar cuarenta años en el desierto. Pero desprendámonos de lo accesorio, como suelo proponer a mis citas. Al final ese esforzado ejercicio del olvido tiene por finalidad retener lo esencial, lo fundamental, lo básico, lo elemental. Ellos son divinidades puesto que el diablo, está en los detalles. Y los todólogos siempre andan muy lejos de eso.
¿Quieren pruebas? Ténganlas. ¿Cómo creen que Flemming descubrió la penicilina? (Podría darse el caso de que además hubiera creado a James Bond, pero no era un todólogo, así que ése fue otro Flemming) Pues muy sencillo, por que la asistente que tenía que retirar aquella podredumbre era una todóloga profesional: estaba pensando en hacer la colada, qué iba a preparar de cena, si el niño se había vuelto a pelear en el cole y a ver si esta noche, por fin... Por supuesto que sí. Ha habido todólogos en todas las épocas pero hasta ahora privados de todo reconocimiento, porque ahora, justamente ahora que el desarrollo humano se encuentra en su cénit, que la humanidad toca el cielo con los dedos, que las sociedades han alcandazo la cumbre más alta hasta la fecha, ahora, es cuando la hostia puede ser más grande. Asumámoslo, la especialización nos está limitando aunque no podamos renunciar a ella. Y es que al final uno puede elegir crecer a lo alto o crecer a lo ancho, pero crecerá lo que tenga que crecer y no más. Así la especialización ha erigido tremendos colosos verticales, desde cuya cúspide ni se ve el suelo y los todólogos son como la mugre que cubre el piso, eso sí, del mundo entero y varias veces.
Y sí, es que dan mucha rabia. Y no, claro que no siempre aciertan. Por no hablar de los detalles. Pero no son sólo necesarios, son ya imprescindibles. Y créanme, cuando un todólogo acierta es una sensación incomparable, no sólo para él si no para la sociedad de la que forma parte. Es parecido a cuando alguien acierta una canasta desde su campo y de espaldas ante un pabellón lleno. La gente enloquece. Como hacer un hoyo de golf al primer golpe con una pala de cricket. Es la revelación de que dios existe en cada uno de nostros. También en los todólogos. ¿Vd cree que alguien podría hacer ciencia a la vez que humor? Pregunte a un todólogo. Obrarán los más maravillosos milagros, pero no se confunda. No deje que le engañen, porque posiblemente lo intenten: no están capacitados para hacer absolutamente nada. Les sobran nueve dedos en las manos, se bastan con el índice para decir: eso es lo que hay que hacer. Y seguramente ni se molesten en decir "hazlo". Eso se da tan por supuesto como el aire que nos separa. Y si Vd aún no lo sabe aguardarán pacientes hasta que lo aprenda olvidándose de su asunto y enfocándose en otro. Al final no son ellos los que se quedan con el problema puesto que van huyendo de ellos en mayor medida que en la que los solucionan.
Es natural que despierten envidias y recelos, rodeados del lujo más excéntrico, los coches más veloces y las mujeres más lentas. Pero es una escasa remuneración por los beneficios que le procuran a la humanidad, llevar el conocimiento un paso más allá, caminando ya no sobre las aguas o sobre las nubes si no sobre el mismo cielo sin base alguna. Hacer posible lo imposible. Seres de luz que iluminan nuestra propia sombra. Así que, cuando enfrente un problema a todas luces irresoluble y se vea incapaz de distraerse de él como haría un buen todólogo, ya sabe donde acudir, ¿verdad? ¿A quién va a llamar? No, a los cazafantasmas se les llama en todo caso justo después que al todólogo. Muchos se estarán riendo, claro. Otros tal vez vean que hay razones muy válidas en esta líneas y piensen que se hallan empañadas por una gran falta de rigor, con lo cual puede que sonrían también. Pero los únicos que en realidad pueden reírse de todo son los auténticos profesionales de la materia del todo. Créalo, señora, créalo, caballero: se lo dice un todólogo.