Aunque obviamente trágico, más aún para los fallecidos y allegados, parece que no todo es negativo en relación al atentado de Moscú.
Todos venimos siguiendo, más de cerca o menos, queramos o no, la actividad del terrorismo internacional, desde el propio 11S a Londres, Madrid, también en Francia y Alemania.
Y lo cierto es que lo habitual es que los autores materiales resulten abatidos o simplemente se esfumen, más allá de alguna parodia judicial.
Aquellos que lo hemos seguido tal vez algo más de cerca, conocemos ya desde hace tiempo la agenda política que se ve reforzada con este tipo de crímenes e intuimos los intereses que puede haber detrás, aunque sólo podamos dibujar una silueta sin rasgos claros.
Las malas noticias las conocemos todos, aunque parece que no todo el mundo comparte el duelo de las víctimas y sus familiares viendo el contexto geopolítico, sin embargo, aunque muy limitadas, también hay buenas noticias.
Comparado con toda la infraestructura que implica un proceso de radicalización, en los que existen fuertes indicios que elementos con conexiones con los servicios de inteligencia tomarían parte, esto es sustancialmente distinto. Mucho más tosco, menos refinado, incluso en buena medida una chapuza aunque la acción en sí parece responder a idénticos intereses.
Por lo que se ha oído hasta ahora, hablamos de un presupuesto de 500k rublos por cabeza, unos 5000 dólares. Y desde luego algo más de estructura es necesaria para la captación, pero aterra pensar que alguien con 20 mil dólares y 4 fusiles pueda señalar un fecha de la manera que hemos visto.
Al parecer el mundo está lleno de gente con más desesperación que escrúpulos. La cuestión es que la forma de proceder, el modus operandi, denota un esquema más apresurado y una menor disposición de medios. Y eso en sí mismo ya es una buena noticia.
No parece tratarse de las llamadas células durmientes, trabajadas durante años, por algún agente radicalizador que no se acaba de saber muy bien a qué intereses sirve. Más bien parece estar más cerca a preguntar en la barra de un bar por alguien que quiera ganar “dinero fácil”.
Menor estructura, menores medios y aún así un daño atroz. Y el señalado es un declive que se viene observando desde el inicio de lo que al final parece una campaña destinada a reforzar una agenda para la cruzada del siglo XXI.
Aún así las malas noticias pesan mucho más, no sólo por las muertes que, al final, dado el contexto geopolítico tanto en Ucrania como en Gaza, aunque siempre dolorosas y más tratándose de civiles, quedan desde la distancia inevitablemente diluidas en un marco general con cifras órdenes de magnitud superiores: ciertamente hay problemas todavía mucho más graves.
Y todavía aún mayor es la gravedad del escenario que se cierne sobre Europa, con países recuperando la obligatoriedad del servicio militar que parecieran no sólo dispuestos, si no interesados en sacrificar a toda una generación en una guerra aún más absurda de lo habitual.
Seguramente el alcance de la información obtenida sea muy limitado, pero sin duda constituye una novedad y tal vez sea una paso más para desenmascarar los intereses que están conduciendo a un enfrentamiento buscado y promovido en el que Rusia es, paradójicamente, la parte hostigada.
Es posible que el apoyo que prestó a Al Assad, sabiendo qué intereses constituyeron al llamado ISIS, haya marcado el punto de inflexión en la dinámica geopolítica de este siglo.
Y el “ISIS” se la devuelve, claro. Y Macron nos recuerda cuán parecido es lo sucedido a lo que vimos en la sala Bataclán, justo al poco de enviar efectivos a Ucrania y ampliar su implicación en el conflicto, por supuesto. Se parece incluso en el número de víctimas, como resultado de un deterrminado modus operandi.
También antes de los atentados de Barcelona se recibió un aviso de la “todopoderosa” inteligencia estadounidense. Al final ni siquiera hay que buscar muy lejos, basta sólo con leer entre líneas, está todo ahí. Hasta tal punto que uno ya no sabe si lo que hacen realmente es cruzar declaraciones públicas con un perturbador grado de cinismo.
Y huelga recordar con la velocidad que pueden llegar a precipitarse ciertos acontecimientos, pero al final siempre nos cogen con el paso cambiado, cosa poco decorosa si pretenden hacerte desfilar hacia el este.
Un gigante económico, un enano político y un gusano militar. Algo así dijo alguien que no recuerdo de Europa. Y sin duda, a la vista del contexto actual, parece imperativo reforzar el papel militar de Europa. No sin la mención de que los que han creado tal contexto son las propias élites europeas y occidentales. Y es que, si el problema no está realmente en las élites europeas, la necesidad de reforzar la posición militar de Europa debería responder al objetivo diametralmente opuesto al que parece que se plantea.
La buena noticia es que cuando les echemos a patadas ya tendremos una independencia militar consolidada. Que no deja de ser una curiosa (y peligrosa) forma de garantizar la paz.
Mejor no esperar a que te llamen a filas, si no fíjate en Ucrania: en tiempos de guerra no hay democracia y cualquiera que ose hablar contra la gestión política del país es automáticamente sospechoso de traición.
Al mundo le fue mejor con la pandemia de Trump, que ya es decir.
Pero como por lo que se ve lo de leer entre líneas no es afición de los muchos aquí dejo algunas tareas:
1. Aislar a Israel más allá del plano político, para lo cual se necesita…
2. Independizarse militarmente de EEUU, y eso requiere…
3. Militarizar la UE, cosa que, paradójicamente, es lo que se está haciendo.
Aunque desde luego no tengo ninguna fe en las élites europeas, no hay ningún De Gaulle a la vista, pero quién sabe, a fin de cuentas tal vez no vayamos de cabeza al desastre que parece que estamos yendo. Tal vez.
Y, en último término, desecha la UE, será mucho más difícil controlar todos los territorios.
Otra cita que también viene al caso, cuyo autor tampoco recuerdo: hay países que son jugadores y otros que son campos de juego. No permitamos que nadie haga de la UE lo que Zelensky ha hecho con Ucrania: permitir que sea el terreno donde otros disputan sus intereses. ¿Cuántas vidas vale Crimea?