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Epílogo décimo día
El clero eterno parecía convencido de que el día acabaría con todos los jerifas ahorcados al atardecer. Los humildes no son un pueblo apreciado en Exaloc, que adoren a un dios diferente y conserven sus ancestrales tradiciones como la usura no es que les haya granjeado muchas amistades precisamente, pero estamos en tiempos difíciles y el debate ya no es en el Notamus si no en el Subtamus donde las palabras de los senadores estaban expuestas al clamor popular.
Los primeros senadores se mostraron partidarios de incitar la cacería contra los humildes, recitando todos los estereotipos conocidos y sabidos contra el antiguo pueblo pero esto no despertó especial entusiasmo entre los espectadores. Y cuando los mercantes comenzaron a negociar una subida del coste de los bienes que repercutiría en todo el pueblo, este comenzó a protestar y abuchear. Llegaste a contar hasta 7 piedras arrojadas hacia los senadores que acertaran en su objetivo.
Es en esta coyuntura de ajetreo es cuando grandes políticos lograron torcer el rumbo de la votación, los Sillatijer, los Panete neutralizaron la sed de sangre que el clero buscaba alimentar. Miembros senadores afines a la legion y la academia clamaron por la unidad de Exaloc ante la dificultad, la rivalidad y el odio, relegando al olvido las rencillas pasadas que algunos de sus miembros se obcecaban en mantener.
Al final del día, cientos de jerifas clamaban felices en las noches de Exaloc. Su dios volvería a brillar reluciente como el mismo oro que usarían para financiar la expedición minera de Amonta.
Los primeros senadores se mostraron partidarios de incitar la cacería contra los humildes, recitando todos los estereotipos conocidos y sabidos contra el antiguo pueblo pero esto no despertó especial entusiasmo entre los espectadores. Y cuando los mercantes comenzaron a negociar una subida del coste de los bienes que repercutiría en todo el pueblo, este comenzó a protestar y abuchear. Llegaste a contar hasta 7 piedras arrojadas hacia los senadores que acertaran en su objetivo.
Es en esta coyuntura de ajetreo es cuando grandes políticos lograron torcer el rumbo de la votación, los Sillatijer, los Panete neutralizaron la sed de sangre que el clero buscaba alimentar. Miembros senadores afines a la legion y la academia clamaron por la unidad de Exaloc ante la dificultad, la rivalidad y el odio, relegando al olvido las rencillas pasadas que algunos de sus miembros se obcecaban en mantener.
Al final del día, cientos de jerifas clamaban felices en las noches de Exaloc. Su dios volvería a brillar reluciente como el mismo oro que usarían para financiar la expedición minera de Amonta.
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comentarios cerrados
Panete
[྾] Vender a precio de oro medicinas
[྾] Recomprar las medicinas vendidas por un 50% de su valor.
[྾] Monopolizar la minería de sangre de Golem
[྾] Reabrir el templo de nuestro Dios
Xtrem3
[྾] Perder un barco