Mi amigo
que es un poeta,
convocó a los poetas.
Hay que escribir un poema
sobre la bomba atómica,
es un horror,
nos dijo,
un horror horroroso,
es el fin, es la nada,
es la muerte.
Nos dijo,
no es que te mueras sólo
en tu cama,
rodeado
del llanto y la familia,
del techo y las paredes.
No es que llegue una bala
perdida o encontrada
a cortarte el aliento,
a meterse en tu sueño.
No es que el cáncer te marque,
te perfore,
te borre.
No es tu muerte,
la tuya,
la nada que ganaste,
es el aire viciado,
es la ruina de todo
lo que existe,
de todo.
Nadie llorará a nadie,
nadie tendrá sus lágrimas.
Y eso es lo más horrible,
la muerte sin testigos,
sin últimas palabras
y sin sobrevivientes.
La muerte, toda muerte,
toda muerte.
¿Me entienden?
Hay que escribir un poema
sobre la bomba atómica.
Quedamos en silencio
con las bocas abiertas,
tragamos el terror
como saliva helada,
luego nos fuimos todos
a cumplir la consigna.
Juro que lo he intentado
que lo estoy intentando,
pero pienso en la bomba
y el lápiz se me cae
de la mano.
No puedo.
A mi amigo el poeta,
le diré que no puedo.
Mario Benedetti
Amé, volé a lo loco
a lo difícil
a rozar otras alas.
No aterricé, me caí.
No pasó nada
pero me quedé coja de ala,
impedida para seguir,
mutilada.
Ahora, sola,
piso tierra,
piso playa,
piso firme
las baldosas de mi casa
y es difícil que del suelo
yo me caiga.
Ya no vuelo.
¡Qué bien se vive en soledad sin nadie!
¡Y qué mal se vive también así
sin alguien!
Gloria Fuertes
Atardeció sin ti. De los cipreses...
a las torres, sin ti me estremecía.
Qué desgana esperar un nuevo día
sin que me abraces y sin que me beses.
A fuerza de tropiezos y reveses
la piel de la esperanza se me enfría.
Qué agonía ocultarte mi agonía,
y qué resurrección si me entendieses.
Atardeció sin ti. Seguro y lento,
el sol se derrumbó, limón maduro,
y a solas recibí su último aliento.
Quién me viera caer, lento y seguro,
sin más calor ni más resurgimiento,
gris el alma y frustrada entre lo oscuro.
Antonio Gala
Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,
y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.
Mi vida es de tu vida tributaria,
ya te parezca tumulto, o solitaria,
como una sola flor desesperada.
Depende de él como del leño duro
la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
que solo en él respira levantada.
De Juana de Ibarbourou
Te dejo libre, libre de mí.
Libre de mi carácter tan cambiante.
Libre de mis ganas locas por amarte.
Libre de mi afán de cuidarte como a nadie.
Te dejo libre.
Libre de mi gran amor protector.
Libre de mí por completo.
Pero te ruego que no vuelvas,
cuando te des cuenta que nadie podrá amarte como yo.
No vuelvas, por favor.
Frida Kahlo
Cada amanecer
justo antes de poner en marcha
jadea tose cruje
amenaza con quedarse en el sitio.
Cómo no entender lo que le pasa.
Karmelo C. Iribarren, “El escenario”
Porque no lo vales,
ni lo valiste nunca.
Porque no lo sientes
y sólo lo fingiste.
Porque te crees especial
y no eras más que eventual.
Porque te creías una estrella
aunque fueras una errante.
Porque te querías mucho
pero nunca supiste querer.
Porque te creías todo lo que te decías.
Por todo eso y más,
nunca llegaste a existir
aunque creyeras que sí.
Me llamarán, nos llamarán a todos;
tú, y tú y yo.
Nos tornaremos en torno de cristal ante la muerte,
y te expondrán, nos expondremos todos,
a ser trizados...Zas! por una bala.
Bien lo sabéis,
Vendrán por ti, por mí, por todos,
y también por ti.
Aquí no se salva ni Dios, lo asesinaron.
Escrito está, escrito está,
tu nombre está ya listo,
temblando en un papel
Aquel que dice:
Abel, Abel, Abel o yo, tú, él.
Blas de Otero
He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...
He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a ti, como renuncia
el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia,
soplando los cristales
en los escaparates de las confiterías...
He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, !cuántas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!
Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño...
Andrés Eloy Blanco (Venezuela, 1896 - 1955)
Dejo el periódico sobre la barra.
Enciendo un cigarrillo.
Tomo el primer trago de café.
Una calada,
y después,
otra más fuerte.
Ya está.
Ya estoy en marcha
-me digo-,
ya puedo hacerle frente
a esta locura.
Ahora,
a ver si hay suerte
y algo me llega al corazón.
Karmelo C. Iribarren, "Seguro que esta historia te suena”
Hay golpes en la vida, tan fuertes ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema
Y el hombre Pobre ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ¡Yo no sé!
César Vallejo,
Lo primero es respirar.
Lo segundo es comer.
Lo tercero es andar.
Andar por andar,
pues ¿sabe usted adónde va?
Comer por comer,
¿o es que no quiere seguir?
Respirar por respirar,
¿o es que quiere usted morirse?
Lo normal es vivir, y respirar,
y andar, y a ratos sueltos, pensar.
Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.
Y aunque tú no lo sepas,
yo te he visto cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes,
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.
Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
Luis García Montero
Del libro "Habitaciones separadas" (1994)
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!
Si me quieres, no me recortes:
¡quiéreme toda… o no me quieras!
Si supiera que esta fuese la última vez
que te veo salir por esa puerta,
te daría un abrazo, un beso,
te llamaría de nuevo para darte más…
Si supiera que esta fuera la última vez
que voy a oír tu voz,
grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas
una y otra vez indefinidamente…
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo,
diría te quiero
y no asumiría tontamente
que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida
nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien,
pero por si me equivoco
y hoy es todo lo que nos queda,
me gustaría decirte cuanto te quiero,
que nunca te olvidaré…
Gabriel García Márquez
Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
Entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
Sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca,
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
Se han sentado ángeles caídos.
Wisława Szymborska.
Desde mi ventana
veo el tejado del edificio de enfrente.
El invierno está siendo duro
y las chimeneas trabajan a pleno rendimiento.
Buscando camuflarse entre las nubes
se alejan hacia el cielo
grandes penachos de humo gris.
Igual que a tantas otras
que forman parte de mi vida,
a esta imagen tampoco le queda mucho.
Es una sensación extraña, irreal.
Me acerco a un mundo
en el que mis recuerdos
no van a tener dónde ocurrir.
Karmelo C. Iribarren
Quisiera subir al cielo
y mirar como desde ahí,
se ve el mundo abajo sin mí,
para no causar recelo
a los ángeles por ahí,
a hurtadillas tendré que ir,
no es que mi ego sea grande
lo que pasa que la tierra
pequeña es para que ande
y no es que sea perfecto
también tengo mis errores
y ellos son encantadores
sé que guapo siempre seré,
pero hoy, al levantarme
creo que ya, exageré,
entiendo bien si algún día
estas triste al estar sin mí,
yo también me extrañaría...
si estoy sin verme por ahí,
no me iré siempre han de verme
pues sin mí estará muy obscuro
y tenerme, y perderme
debe ser algo muy duro.
Mario Recamier
no eres mejor que yo
tampoco soy mejor que tú
la luna y el sol
tal vez tengan
distinta intensidad y color
pero ambas son luz.
Libro: “Amapolas”
@aniuskasemprun
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frio queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas, quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas por favor no cedas,
aunque el frio queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.
Mario Benedetti
¿Ves este poema?
lo he escrito sin beber.
No me hace falta beber
para escribir.
Puedo escribir sin beber,
eso dice mi mujer.
Yo digo que es posible.
No estoy bebiendo
y escribo.
¿Ves este poema?
Lo he escrito sin beber.
¿A quién le hace falta un trago ahora?
Es probable que al lector.
Charles Bukowski
Los días pasan,
como el cartero frente a mi buzón,
de largo,
y se inmolan
allí sobre el mar,
con mucho aparato de color
en un último intento
de resultar interesantes.
Karmelo C. Iribarren
Chico de equipo,
tipo de fiar.
Todos estamos en el mismo barco.
Todos tenemos que apechugar.
Y tras la arenga breve, el jefe
viaja a un paraíso de palmeras.
Y tu te quedas solo, mongolo.
¡A remar a galeras!
Todos en el mismo barco.
Unos marcan el ritmo en el tambor,
otros reman al ritmo del señor.
Mongolo, ¡a remar a galeras!
Cada vez es más difícil
ver gente paseando por las calles
con las manos a la espalda.
Es un gesto que ha caído en desuso.
Hoy día,
a juzgar por algunas miradas,
los que nos mantenemos
fieles a él,
componemos una imagen
sospechosa.
La realidad, sin embargo, es muy distinta.
Gracias a nuestra parsimonia,
la velocidad hacia el desastre
parece un poco menor.
Karmelo C. Iribarren
Estaba loca, loca de remate,
y era guapa, guapa de cojones.
y conocía a la luna,
y bailaba rock&roll frente al espejo,
y salía
y bebía
y no se acordaba de nada al día siguiente.
Estaba rota, tanto como un trapo,
y era dura, dura de roer,
y odiaba a los poetas,
y se ponía hasta el culo
y lloraba
y se corría
y no se acordaba de nada al día siguiente.
Dormía poco,
y tenía las ojeras más preciosas
que habían ignorado jamás.
Era la princesa de mi cuento,
la que follaba con Extremoduro sonando de fondo
y se metía de todo, menos mis drogas.
Amaba,
era capaz de amar,
por encima de cualquier boca despeinada,
de cualquier trovador de mierda,
de cualquier basura literaria que le escribía,
era jodidamente perfecta,
y su único defecto era yo.
Sospecho que venía de otro mundo,
por eso de que nadie había logrado entenderla nunca,
aunque siempre era la que más gritaba,
y que era inmortal
por eso de sus infinitas pecas,
y que me tenía calado,
y que sabía cosas sobre mí que nadie sabrá jamás.
Era la chica con la que desearíais pasear el resto de vuestra vida,
era la chica diez,
y le faltaban un par de veranos;
conmigo, digo,
y cada vez que me la encontraba por ahí,
me decía que no se acordaría de nada al día siguiente,
y aún así,
me iría a vivir con su olvido,
todos los días del resto de mi vida.
Poema de Miguel Gane.
menéame