Andan soliviantados algunos conspicuos monárquicos por la ronda de conversaciones que ha tenido Pedro Sánchez con Casado, Rivera e Iglesias. El resultado de las elecciones generales del 28A ha dejado claro que, de una manera u otra, será Sánchez quien gobierne. Es lógico por tanto que inicie conversaciones con quienes van a formar la oposición, van a apoyarle o, quizás, entran también a gobernar con él.
¿Cuál es el problema entonces? José Antonio Zarzalejos, por citar a alguien representativo de los monárquicos ofendidos, aduce razones constitucionales (1): después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los Grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.
Zarzalejos cree entonces (casi parece que lo exije) que hay que esperar a que se constituya el Congreso de Diputados, se elija su presidente y entonces el Rey inicie la ronda de consultas. Ante el hecho consumado, proponía que Sánchez se arrepintiese y desconvocara la ronda de consultas o, en caso contrario, que Casado y Rivera se excusaran y no acudieran a la llamada de Sánchez ( de Iglesias no decía nada, o le daba igual o ya lo daba por perdido). Los hechos no parecen haberle dado la razón.
Desde luego, esta es una de las pocas ocupaciones que recaen en el monarca (no me parece adecuado llamarlo trabajo) y es normal que cualquier monárquico se encone y llegue al insulto (el flemático Zarzalejos llega a acusar a Sánchez de poseer un acusado narcisismo y una inflamada autoestima) si observa que el Rey es ninguneado.
Desde luego, no cabe pensar que la actitud de Sánchez sea achacable a un inflamado republicanismo, pues ya sabemos que hace años que los líderes socialistas (no así las bases) son republicanos en abstracto, pero monárquicos en la práctica. La explicación hay que buscarla más bien en la Bisoñez de Pedro Sánchez en los asuntos protocolarios, debido seguramente a su meteórica ascensión tras su defenestración por la ejecutiva socialista, y a la pérdida de la visión sumisa que se tiene de la familia real después de que hayan salido a la luz tantos asuntos turbios en su vida familiar y en sus negocios.
Al fin y al cabo, nadie piensa que, en anteriores ocasiones, haya sido en verdad el Rey quien, a la vista de las explicaciones de los líderes políticos y tras sesudas reflexiones, haya desentrañado quién era objetivamente el mejor candidato a Presidente del Gobierno. Más bien la función del Rey se reducía siempre a proponer el candidato ya evidente por aritmética parlamentaria tras las conversaciones entre los distintos líderes políticos, si es que estas eran necesarias. La propuesta del Rey es simplemente un acto puramente teatral destinado a justificar su puesto ante sus súbditos.
El movimiento de Pedro Sánchez ha venido simplemente a ratificar de manera pública y notoria lo que es evidente: el rey es una figura exclusivamente decorativa cuya función en nuestro país ha sido simplemente justificar el mantenimiento de estructuras de poder, tanto económicas y religiosas, heredadas de la anterior dictadura. Perdida su justificación como garante de la unidad del país tras el descalabro de su popularidad y el absoluto dominio del republicanismo en Cataluña y el País vasco, ya no queda más que esperar a que el aumento del sentimiento republicano entre la población, ya detectado por las encuestas, lleve finalmente a la caída de la monarquía borbónica posfranquista. Como en el cuento, el rey está desnudo y los monárquicos, que son como niños, se han dado cuenta y están cabreados.
Salud
(1) blogs.elconfidencial.com/espana/notebook/2019-05-02/funciones-rey-feli