La aparición de la fiebre, como consecuencia de la respuesta inflamatoria de defensa, constituye una suerte de señal de peligro para las bacterias. Edmund Loh y su equipo, del Instituto Karolinska en Estocolmo, junto con investigadores de Singapur, observaron que a medida que aumentaba la temperatura, también crecía el grosor de las cápsulas bacterianas. Estas recubren y protegen S. pneumoniae y H. influenzae de las células del sistema inmunitario.
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