Los investigadores sufren una presión brutal para publicar estudios. Sus aumentos de sueldo, sus ascensos, la financiación de sus proyectos y su reconocimiento social dependen de evaluaciones en las que su rendimiento se mide prácticamente al peso. Este sistema, conocido como “publica o muere”, ha creado monstruos. Miles de científicos en todo el mundo publican al menos un estudio cada cinco días. Son los denominados “hiperprolíficos”, con un ritmo de producción asombroso y, a veces, directamente sospechoso.
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Si no es muy exagerado no me gusta votar dupe, a veces hasta está bien republicar cosas que pudieron pasar desapercividas.
Lo de
La Universidad de Vigo, en la que Lorenzo es profesor asociado, ha llegado a proclamar que es “el mayor experto en carne del mundo”, pero un investigador francés que suele protagonizar los congresos internacionales de la especialidad explica a este periódico que nunca había oído el nombre del español
es enormemente típico. No soy experto en carne ni conozco los trabajos de esa gente, pero en mi campo hay casos análogos así que me puedo imaginar por dónde van los tiros. Y básicamente lo que pasa es que en España este científico estará muy bien valorado por el sistema porque maximiza las métricas que tiene que maximizar, pero en realidad a la hora de construir el conocimiento científico nadie lo debe de estar teniendo en cuenta. Por eso la ciencia produce resultados y avances reales y palpables a pesar de la proliferación de este tipo de prácticas.
Realmente no deja de ser la tendencia actual: la apariencia es más importante que el hacer algo bien de verdad.