La contaminación del aire procedente de tubos de escape, chimeneas, frenos o neumáticos mata. Y deja a millones de personas enfermas. Tras derrames o accidentes cerebrovasculares (ictus –hemorragias cerebrales– o derrames isquémicos –coágulos–) hay muchas veces malos humos. Y los del tabaco y la contaminación tienen un impacto similar, según un macroestudio publicado en The Lancet Neurology. Pero ojo, hemos mejorado en términos relativos desde 1990.
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