Hace una semana, todos los que no vivimos bajo una piedra pudimos contemplar en las noticias la incendiaria comparecencia de una activista sueca de dieciséis años llamada Greta Thunberg ante los mandatarios de la ONU en la cumbre sobre cambio climático. La adolescente, totalmente inflamada de justa ira e indignación, reprochaba a los asistentes su inactividad ante la hecatombe climatológica que sobreviene a éste, nuestro amado y hermoso planeta, el único hogar que tenemos y que vamos a tener por mucho tiempo. Su valentía y enfado genuino retumbaron en las paredes del auditorio, y todos los medios han corrido a hacerse eco. El mensaje ha llegado alto y claro a la sociedad.
Me van ustedes a disculpar pero, a estas alturas de la vida, los que ya peinamos canas no nos tragamos ciertas cosas sin que antes, al menos, nos inviten a una copa.
Si internet no miente (y todos sabemos que internet jamás miente), los Sioux tienen un hermoso proverbio que dice "Antes de juzgar a un hombre, camina tres lunas con sus mocasines" (frase que, por cierto, Depeche Mode hizo suya para dar a luz a la ya inmortal "Walking in my shoes") . Hasta cierto punto, puedo comprender el valor emocional del impacto que genera la imagen de una niña consumida por la rabia ante la inacción de quienes son supuestamente responsables de proteger y cuidar el medio ambiente. Igualmente cierto es que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero, pero yo, que soy muy de barrio, no puedo dejar de comparar esta situación con la de esos abuelos que se ponen a criticar, por un agujero de la valla, lo mal que está montando la constructora el encofrado en la obra de la esquina.
Es fácil emitir juicios de valor cuando lo haces desde el púlpito del que sabe que no puede ser juzgado a su vez porque ni siquiera ha tenido la oportunidad para cometer las ofensas de las que él acusa al resto. Cuando no has tenido que poner en la balanza el bienestar y la economía de tu familia por un lado y por otro la salud del medio ambiente, puedes sentir que tienes todo el peso moral necesario para acusar a todos los demás de haber cometido errores que tú ni siquiera has tenido la oportunidad de cometer. Quizá me equivoque, pero las arrugas que tengo alrededor de los ojos me sugieren que esta joven ha sido instrumentalizada por otros a quienes no les saldría tan barato emitir esas acusaciones en un tono tan agresivo.
Por otro lado me da la sensación de que los responsables de articular el discurso se han cuidado muy mucho de rodear el mensaje de cierta ambigüedad, para no entrar en conflictos demasiado evidentes con nadie. ¿Por qué no se ha dirigido directamente a los grandes contaminantes de este mundo, China y USA, quienes llevan casi cuarenta años negándose a contener sus emisiones?
Un último apunte sobre el destinatario del mensaje. En el discurso se acusa (y amenaza) de manera implícita a quienes "mandan en el mundo", como si fueran un conjunto de malvados individuos sentados tramando alrededor de una mesa dorada, visión que me consta es compartida por mucha gente. Es una imagen simple y fácilmente asimilable a nivel emocional: hay un grupo de malos y son responsables de todos los males, y todo se solucionaría acabando con esa estructura de poder. Algo que probablemente no ha aprendido ni esta muchacha ni los que piensan como ella es que quien manda en el mundo somos todos. Los grandes contaminantes no nos dicen lo que debemos consumir: son ellos quienes se adaptan a lo que nosotros preferimos. Y lo que todos nosotros, como sociedad, no dejamos de demostrar día a día es que lo queremos todo más barato, más rápido y más bonito, no menos contaminante. Si alguien sintió que las acusaciones en el mensaje de Greta no iban dirigidas hacia sí mismo, se equivoca.
Espero, Greta, que el próximo discurso de tono similar lo des ya cuando seas mayor, cuando solo consumas productos locales fabricados con emisiones neutras, en un auditorio al que hayas llegado en un medio con cero emisiones, tras una vida de virtud en la que no hayas dejado ni rastro de hollín (y algo me dice que ya vas tarde). De lo contrario podría sospechar que has dejado de ser el instrumento y que ahora eres tú quien lo empuña.