No solo es más fácil expresar indignación en redes sociales que en la vida real, sino que Internet nos expone a una infinidad de eventos sobre los cuales podemos ejercer nuestra tendencia a moralizar. Y esto solamente tiende a empeorar, pues los proveedores de contenido, en su búsqueda de clics, responderán al incentivo de presentar información desprovista de matices, simplificada y preparada para satisfacer nuestro apetito de indignación. La estructura de las interacciones en las redes sociales, con sus botones de Like y sus emoticonos, termina de reforzar esta tendencia.
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