La historia de la vida en la Tierra se ha comparado a menudo con un relevo de antorchas de cuatro mil millones de años. Una llama, encendida al principio de la cadena, sigue transmitiendo la vida en la misma forma hasta el final. Pero, ¿y si la vida se entiende mejor con la analogía del ojo, un órgano convergente que evolucionó a partir de orígenes independientes? ¿Y si la vida evolucionara no sólo una vez, sino varias veces de forma independiente?
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