Cada vez que pintamos la silueta de los continentes sin saber delineamos el ecosistema global más amenazado. Esa estrecha franja entre el mar y la tierra, en constante cambio, presenta una diversidad de organismos sin parangón, a la par que una altísima productividad de la que todos nos beneficiamos. Aquí durante medio siglo nos hemos lucrado con pingues beneficios de una Costa que hemos puesto al servicio de una actividad, la turística en todas sus formas, aun anclada en maneras de explotación poco respetuosas con el entorno.
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