“Para ellos, si no es arena, es comida“, se lamentó Eriksen. Con las tripas llenas de plástico, se inhibe su reacción natural de hambre, pero no reciben los nutrientes que necesitan naturalmente. Así, se mueren de hambre con el estómago lleno. Además, las fibras de plástico tienden a envenenar sus intestinos, lo que les produce una muerte lenta y dolorosa.
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