Para probar esta hipótesis, William James puso en marcha un estudio sobre el vértigo en estudiantes de Harvard y en individuos sordos. Los participantes cerraban los ojos y se sentaban en un columpio que se hacía girar hasta que sus cuerdas quedaban fuertemente retorcidas. Después de dejar que las cuerdas del columpio se desenrollasen rápidamente, con el voluntario sometido a una sucesión de rápidos giros, el experimentador pedía a los participantes que abrieran los ojos e intentaran caminar en línea recta.
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