—Yo... yo creo que ha tenido razón para echarnos.
—¡Sea como sea, no pienso volver a esa tienda de discos! ¡JA! ¡Ya puede esperar sentado que yo vuelva a entrar en esa covacha!
Así es, me han echado de una tienda de discos, a mí, ¡a mí! ¡Que soy el no-va-más de la amabilidad! Y todo por un impulso de nada, provocado por mis carencias de glucosa ante mi nueva dieta carente de azúcar... Si me hubiera tomado una píldora, o si me hubiera bebido un lingotazo de jarabe, seguro que no habría pasado nada, y hasta es fácil que todo el mundo me hubiese mirado con comprensiva simpatía... pero claro, tienes un bajón de azúcar, haces lo posible por solucionarlo, y, ¿cuál es la reacción del mundo? Miradas de asco, amarga incomprensión, y finalmente que te echen de la tienda a gritos, ¡oh!
Y sólo por una nadería. Resulta que yo antes, vivía feliz tomando medio quilo de miel a la semana, poniendo cinco cucharadas de Nesquick y otras cinco de azúcar en la leche, y tomando terrones de azúcar con miel y canela para picar, pero ahora me he quitado de todo eso. Por salud, ya saben ustedes... ¿se hacen una idea del síndrome de abstinencia que tengo, que cada vez que paso por una pastelería me pego al escaparate como una maldita ventosa y tienen que despegarme con espátula? Claro, estaba en la tienda de discos, mi cuerpo ha empezado a reclamarme azúcar, azúcar, AZÚCAR, ¡y yo tenía que satisfacerlo de alguna manera! Y por intentar paliar mi ansiedad filoglucótica, por intentar encontrar una metadona para mi azucarera adicción, ¡me han echado!
"¡Ve a meterte cocacola en vena, pero deja de lamer los discos de Kenny Rogers!", me ha dicho el de la tienda... ¡y sólo les di un par de chupaditas! ¡No pensaba desgastarlos, tienen empalago para dar y tomar! ¿Ustedes han visto injusticia semejante? ¿Han visto iniquidad mayor?