Anta Madgigine Ndiaye –luego y para siempre Anna Kingsley– abrió los ojos en 1793 y en una aldea de lo que hoy es Senegal. Nació princesa del remoto reino Wolof: una remota etnia africana que escribió su historia entre el 1200 y el 1550. Comprada por un inglés a los 13 años, y luego su esposa, La definía como "una figura alta y fina, negra como un chorro de agua (es decir, morena muy clara: una boutade), hermosa, y tan capaz de manejar el negocio de la plantación como yo mismo. Cariñosa y fiel, confío totalmente en ella"...
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