Muchos años me he estado acostando temeroso y, sabedor, que apenas acostarme y, sin tiempo para decir ya me he dormido, sentía que el desasosiego turbaba mi frágil descanso. La calma y el silencio que antes de irme a la cama circulaban -como suaves y tibias corrientes perfumadas- sobre mi cuarto se desvanecían, ante la convulsiva impresión causada del abismo que surgido de la nada, parecía engullir de una enorme bocanada mi cuerpo....
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Si Virgilio palideciera al espamear mejor nos iría.