En lo que se refiere a defensa personal, los zorrillos y las cobras escupidoras no tienen nada que envidiarle al bonnacon. Si se sentían amenazados, huían. Y mientras huían, defecaban. Violentamente. Según Plinio el Viejo, los excrementos vaciaban el cuerpo del animal con tal fuerza explosiva que podían alcanzar objetivos que se encontraban a gran distancia. Se decía que el contacto con sus excrementos quemaba como una especie de fuego, (Existe cierta incertidumbre sobre si el arma era líquida o gaseosa, sobrecalentada o ácida).