Transcurren los años más duros de la posguerra en un pequeño pueblo de la montaña leonesa. Se acerca la cuaresma, y LBG se dirige hacia la casa del cura a comprar la bula que le permitirá, a ella y a su familia, comer carne durante la cuaresma. No es por falta de fe o por ostentación de riqueza. De hecho, se va a gastar la mayor parte de sus escasos ahorros. El problema es que comprar cualquier clase de pescado resulta más caro que el tocino que se consume habitualmente en su casa. La carne no aparece nunca en su mesa, salvo alguna gallina vieja que ya no pone huevos, o alguna oveja que ya no puede quedar preñada por similar razón. El cura la recibe risueño. Es una época de abundancia para él. Podrá consumir carne o pescado, según su preferencia. Y sin pagar bula.