Recuerdo mi primer juego de terror. En mi barrio era toda una leyenda. Sólo unos pocos disfrutaban de él dentro de sus grises de 32 bits, y hablaban verdaderas maravillas y grotescas anécdotas terroríficas, mientras el resto nos mordíamos las uñas pensando que jugar a tal “atrocidad” debía ser la experiencia más sobrecogedora jamás vivida: Resident Evil.
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Me doy cuenta de que me hago viejo