Se levantaba por la mañana y se encontraba revueltos los muebles de la cama. Los huevos le aparecían vacíos y también algún que otro esputo decoraba su ropa. Tras un tiempo viendo como algo removía las brasas de la lumbre, le tiraba de los pelos y la cubría de arañazos, decidió visitar al cura, Juan Antonio Combarro, para contarle los motivos de sus cuitas.