En busca de algo que la revitalizara tras un intenso día de compras, Hirae Nagisa decidió que necesitaba un poco de oxígeno. Así que ella y su hermana se sentaron en un banco en una concurrida esquina de Shibuya, el epicentro de la cultura juvenil de Japón, y empezaron a beber de una botella algo que parecía agua. Pero esta mezcla contenía entre 12 y 15 veces más oxígeno que el agua embotellada.