Sin apenas tiempo para que se abran las puertas, una pequeña marabunta entra y sale de los vagones. Hay sitio para bicicletas y una mujer en silla de ruedas ocupa su lugar, perfectamente habilitado y señalizado. Hay un poco más espacio y la sensación de ir como 'sardinas en lata' se ha aliviado. Mientras el convoy inicia su marcha suave pero firmemente, los pasajeros se agarran a los nuevos asideros, en forma de copa de árbol.
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El metro de Madrid sigue siendo el mejor del mundo
Pues ya era hora, porque empezaba a sentirme Tony el de Cuéntame montándome en esa tartana...