Alan Mulally fue fichado por Ford Motor para poner las cosas en su sitio y evitar la suerte de sus rivales de General Motors y Chrysler, que acabaron declarándose en bancarrota. Mulally cumplió con su cometido: reestructuró con éxito la compañía sin necesidad de pedir auxilio al Tío Sam y ahora el consejo de administración del segundo fabricante estadounidense de coches premia a su presidente y consejero delegado con un pago de 58,3 millones de dólares en acciones.