La música posee un misterioso sortilegio, que es posible rastrear bajo fenómenos de índole diversa: en la contundencia del tambor que anticipa la batalla, el cuerpo hipnotizado de los danzantes, o el ferviente canto lanzado para conmover las esferas sagradas… Dicho embrujo es capaz de trascender al individuo y contagiar a la colectividad; capaz de movernos, persuadirnos, o hacernos hablar con nuestros dioses.
Comentarios
La música traslada al infinito .