Metafóricamente, la persona que hace cola ante el presbítero está esperando para degustar un pedazo del cuerpo de Jesús y un sorbo de su mesiánica sangre, ambos consagrados. Pero nosotros somos muy de llevar las cosas a sus últimas consecuencias y por eso nos hacemos una pregunta más extrema: ¿cuántas hostias te tienes que comer – y cuánto vino tienes que beber – para haber engullido la totalidad del Cordero de Dios? Las matemáticas, y un poquito de investigación, se bastan para contestar a esta pregunta.
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