Son las pequeñas coincidencias las que añaden valor a los momentos. Si hubiéramos llegado en otro momento del día, con las fuentes apagadas, sin el volumen que confería la luz de la tarde a las estructuras y si no viniéramos maravillados de la hospitalidad de la mezquita de Hakim quizás y solo quizás, no habría sido un flechazo directo al corazón, pero en ese momento tan impactante, tan perfecto, solo cabía rendirse a la evidencia. Isfahán, hacía en efecto honor a su sobrenombre “Isfahan nesf-i-jahn”, “Isfahán es la mitad del mundo”.
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