La semana que viene se lo llevan. Sí, la compañía de transportes, eso es. Cogerán el Ferrari, las llaves, lo meterán todo en el camión y lo transportarán bien lejos a manos de un nuevo propietario, a la vez que darán fin a mi sueño infantil de poseer un Ferrari. Debería estar hundido, consternado, deprimido. Debería mirarlo por última vez con nostalgia. Debería dar una última vuelta con él, con las lágrimas inundando mis ojos. Pero no, estoy feliz de librarme de él.
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