Si creemos en una democracia deliberativa, en la que deben poder escucharse las voces que tienen algo que decir sobre los temas públicos, si asumimos que tanto nosotros como particulares como el gobierno y los partidos, tenemos un interés en conocer lo que se opina desde distintos lados, así como obtener información de diversas fuentes, entonces debe preocuparnos lo que está sucediendo. Hemos cedido el control del discurso público a oscuras fórmulas matemáticas y criterios económicos.
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