Cuando Richard Nixon dimitió en 1974 como resultado del escándalo Watergate, los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, los principales artífices de la investigación que destapó la trama, recibieron una nota de la editora del Washington Post, la indómita Katherine Graham. “No comencéis a tomaros demasiado en serio”, decía. “Algunas de las publicaciones estuvieron bien. Pero quiero daros un consejo: tened cuidado con la maldita pomposidad”.
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