Todas las encuestas apuntan a un gran crecimiento de Vox -ahora en Andalucía, pero también después, ante cualquier otra elección a la vista- y el mundo progresista se revuelve, indignado, y rebusca palabras tremendas para denunciarlo: ¡Vuelve el “fascismo”! Pero después, ya desahogados, casi todos regresan a la política normal, cada vez más parecida a una especie de gestoría dedicada a cómo evitar males mayores sin salirse de las recetas ortodoxas, que administran tecnócratas muy obedientes con las tablas de la ley.
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