Se ha impuesto entre los radicales la costumbre de calificar de “equidistante” a quien intenta exponer razonamientos que no son tajantes sobre los temas que forman parte de su agenda social. Lo hace la izquierda con el feminismo y el cambio climático; y lo hace la derecha populista de Vox con asuntos como la inmigración. Cualquiera que trate de ofrecer una visión alternativa sobre la realidad, que no haya sido previamente tamizada por su filtro ideológico, se expone a que le manden callar y a que le censuren.
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