Los pasajeros que aterrizan en el remoto aeropuerto de Ornskoldsvik en el norte de Suecia podrían no darse cuenta de que no hay nadie en el interior de la torre de control. En cambio, la docena de aviones comerciales que llegan cada día son vigilados por cámaras, guiadas por controladores que observan el video en otro aeropuerto a 150 kilómetros (90 millas) de distancia.
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