Aún recuerdo cuando fui a los recreativos y vi como el Wardner al que iba a echar una partida fue reemplazado por un nuevo juego con una estética bastante hortera que nunca antes había visto. Se trataba de Chelnov: Atomic Runner, un juego que infravaloré inicialmente y que pronto pasó a ser uno de los títulos a los que más partidas he echado en un salón de máquinas.
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