Nuestra dependencia de la tecnología es más fuerte que nunca, y eso tiene sus consecuencias: cuando los servicios dejan de funcionar -y todos ellos dejan de hacerlo tarde o temprano- llega el caos. El impacto que tiene que nos quedemos sin Gmail o sin WhatsApp es enorme, pero lo mismo ocurre -si es que el impacto no es mayor- cuando los que se caen son los servidores de Amazon o de Microsoft.
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