Su objetivo es integrar los circuitos actuales con tejido vivo y aprovechar la capacidad de este para crecer y reproducirse. De este modo cuando necesitáramos más capacidad de procesamiento bastaría con alimentar el tejido celular del ordenador, que crecería por sí mismo, y cuya capacidad de transmitir impulsos eléctricos continuaría. En 2013 se dio un paso decisivo hacia el ordenador biológico al crear un transcriptor, un transistor basado en DNA y ARN en lugar de silicio. Y ahora con los organoides biológicos se puede ir aún más allá.
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