El operario que lo va a poner en marcha lo sujeta con la mano. Lo agarra haciendo una pinza tan solo con tres dedos, por los costados. Lo hace con la facilidad de quien sostiene una tiza o un rotulador para empezar a escribir. A simple vista parece de juguete. Cualquiera, fuera de contexto, lo podría confundir con uno de esos drones, la mayoría de origen chino, que se han puesto de moda como regalo socorrido en Navidades, días del padre, cumpleaños y otras efemérides notables.
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