Juanito le preguntó a Pepito por qué estaba siempre tan feliz y afable. Pepito, después de pensar unos largos segundos, respondió:
-Pues me alegra mirar flores. Todos los días miro unas cuantas flores y eso me pone de buen humor. También me alegra jugar al balón. Después de jugar un rato al balón, me encuentro a gusto y calmado. Y si estoy muy cansado para jugar, otra cosa que me da mucha alegría es cantar a pleno pulmón.
Juanito atesoró estos consejos con entusiasmo, deseando ponerlos en práctica. Así pues, se procuró poder mirar flores todos los días: arrancó numerosas flores de parques, macetas del colegio y de vecinos, y otras pocas las cogió del cementerio. Tras mirarlas un rato en su casa, le acabó sabiendo a poco, así que se fue a buscar a los amigos del barrio para jugar a la pelota. Al encontrarlos, vió que ellos no querían jugar al balón, por lo que, con empeño, Juanito insistió, insistió y acabó por tratar de obligarles a golpes. Comprobando así que esto, lejos de proporcionarle alegría, le costó alguna magulladura y más cansancio de la cuenta, se decidió por probar el tercer consejo. Entró de nuevo en casa y comenzó a cantar bien alto, lo que hizo que sus padres se despertaran, algo enfadados, de la siesta.
-¿Por qué cantas tan fuerte, Juanito, si estamos durmiendo aquí al lado? -preguntó a Juanito su madre.
-Porque quiero estar feliz y afable.
-¿Cómo es eso?
-Sí. Mirar flores a diario te hace feliz: por eso cogí todas las flores que quise y de donde quise, para mirarlas. Jugar al balón también te hace feliz: por eso obligué a los amigos del barrio a jugar, aunque no quisiesen porque no saben que eso te hace feliz. Y después me puse a cantar a pleno pulmón, porque eso también te hace feliz.
-¿Y de dónde has sacado todas esas ideas?
-Fue lo que me dijo Pepito que hacía feliz y afable.
Desde entonces, fue evidente para la familia y el barrio entero que Pepito había dado un mensaje de infelicidad y aspereza.