Hoy asistimos a un espectáculo poco frecuente: los anuncios de los nuevos ministros. Poco frecuente y sorprendente es ver cómo Sánchez ha formado un Gobierno con nombres técnicos, de prestigio y solvencia en sus respectivas áreas e incluso sorprendentementes esperanzadores (¿un ex astronauta en Ciencia? si eso no es esperanzador...).
Sin embargo, hay un par de nombres que han pasado algo desapercibidos, pero que apuntalan la idea que da título a este artículo.
La ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, es una vieja conocida de Castilla-La Mancha. Extremeña de nacimiento, fue consejera en el gobierno autonómico de Barreda. Pero también una defensora a ultranza de Sánchez en una región en la que el PSOE con Page a la cabeza se declaró "fan incondicional" de Susana Díaz.
El ministro de Agricultura, Luis Planas, es otro nombre histórico en el PSOE, en esta ocasión en Andalucía. Gran conocedor del mundo agrario, fue uno de los nombres que sonaron desde el principio para el cargo. Además, Planas fue rival en las primarias del PSOE-A de Susana Díaz.
No hay que ser muy listo para ver el aviso: empleo y agricultura, los dos pilares políticos básicos de dos regiones como Andalucía y Castilla-La Mancha, dirigidos en Madrid por personas contrarias a Díaz y correligionarios como Page.
Sánchez ha dado un mensaje claro a los "barones" y a Díaz: estoy para quedarme, y si vosotros queréis seguir (hay autonómicas en 2019), será por las buenas. Por las malas puedo haceros la vida imposible.
Habrá que ver en qué queda todo esto, pero parece que lo de Sánchez no es sólamente fruto de la casualidad o de un golpe de suerte, sino que existe un plan bastante meditado detrás.