Buenas noches.
Es la primera vez que publico por este medio. Me asomo de vez en cuando y en alguna ocasión esporádica comento, así que no soy una habitual. Lo aclaro por si no lo hago de manera correcta. Es simple inexperiencia.
Hoy he presenciado varias situaciones que me han provocado un gran malestar y a pesar de llevar todo el día fuera de casa realizando mis gestiones y trabajos diarios, no he podido dejar de pensar en ello. Quería compartirlo porque por primera vez en mi vida, a pesar de haber presenciado situaciones difíciles y comprometidas, he sentido unas ganas irrefrenables de emplear la violencia física contra una funcionaria. (Ahora es cuando los comentaristas profesionales sueltan los chascarrillos y ponen sus memes)...
Comento la situación:
10.45 hora Zulú.
Cuartel asociado de la DGA para la entrega de documentación y registro de las ayudas al alquiler 2018.
Fila infernal en el momento álgido de la ingesta de café del funcionariado. Alguna rubia se acerca sigilosamente a la puerta para vanagloriarse de sus dominios ante la ringlera que se había montado. Desaparece entre el vano de la puerta con la satisfacción del trabajo bien hecho.
Muchas son las mujeres apostadas en el tapial del vetusto edificio, algunas llevan carros con niños, otras intranquilidad y mucha prisa. En esta ocasión nos han desterrado al callejón trasero. No quieren que nadie vea desde la carretera, las hileras de pobres que vamos a solicitar una ayuda para pagar el alquiler de nuestra casa.
En Agosto nos amotinamos porque nos tenían en la calle a pleno sol y decían tener estropeados los ordenadores. Entonces, una funcionaria sacada de la posguerra, vestida de Mariquita Pérez y con las gafas de Silvia Marsó en el 1, 2, 3 (aunque podría tratarse de la propia Mariquita Pérez vestida de funcionaria) rugía desde su uno cincuenta de estatura. Instaba a que nos marcháramos a otro registro porque ellas se iban enseguida y podíamos hacer las mismas gestiones a varios kilómetros de distancia. Supongo que era el espacio que necesitaba para mantener a salvo su conciencia. Nadie se movió de la fila. Yo alcé la voz y le dije que se relajara, que nos estaba hablando como si fuéramos sus criados, ella se dirigió a mí asegurando que si no entregábamos bien ese día la documentación no se nos convocaría para subsanar los errores y perderíamos la ayuda. Yo le contesté que eso era ilegal y que nos volveríamos a ver si me faltaba algún papel por entregar... hoy he vuelto a coincidir con la reencarnación del mal. Pero de eso hablaremos más tarde.
Mientras tanto en la cola, varias personas comentaban sus inquietudes ante tantas idas y venidas, llamadas, y nervios de última hora. Pero como si de un vodevil se tratara, aparece en escena la prima cutre de Mónica Naranjo, vestida de Nancy vigilante de extrarradio, y voz en grito comienza a propinar unos destrozos al diccionario que aún debe estar llorando mi paisana la Moliner.
Tras unos tiras y aflojas por la posición que teníamos que ocupar en el recinto, ha hecho varios amagos de querer ayudar seleccionando a varias personas que ha metido "colando" como si de un sorteo se tratara. El malestar iba aumentado pero el personal mantenía la compostura, la mayoría eran extranjeros y no querían que alguien buscara una excusa para echarlos de allí, hasta que esta señora ha soltado sin venir a cuento, una de esas frases que solo tenían gracia si las decía Alfredo Landa, cuando en España aún hacía gracia el "landismo":
"Pues haber venido a las 9 de la mañana porque aquí a esas horas no había ni dios, coño ya"
Tras recuperarme del Síndrome de Stendhal provocado por tan cultivada dama, he hecho saber que pondría una queja. Unos minutos más tarde, milady a punto a estado de sacarnos una taza de té.
Pero toda esta parrafada viene a cuento, de que nuestra febril y vehemente funcionaria se encontraba apostada en una mesa pegada a la pared, en medio del pasillo para atender las dudas y cuestiones que surgieran. Un lugar del todo digno y sobre todo privado para hablar de tu hogar y tus circunstancias.
Delante de mí se encontraba una mujer de mediana edad. Vestía ropa tradicional de algún lugar de África, no me atrevería a decir cuál... llevaba los papeles en la mano y nuestra intrépida servidora pública se negaba a leerle o a explicarle qué documentación le faltaba. La señora era analfabeta y no sabía qué es lo que tenía que traer. Una vez más me he inmiscuido (supongo que a estas alturas habrá traspapelado mis documentos) y le he preguntado porqué no quería ayudar a una mujer que claramente estaba en seria desventaja, a lo que esta señora ha contestado, que la ley dice que no pueden leer los documentos a los interesados ni hacerles saber qué necesitan aportar. Por supuesto yo sí le he leído los requisitos que le pedían y le he intentado ayudar, pero yo me pregunto, ¿realmente la ley dice que estos funcionarios no pueden ayudar leyendo a una persona que no sabe leer ni escribir, o simplemente es que esta funcionaria goza de una maldad inabarcable?
A menudo me digo que vivo en un país mejor que el que conocieron mis padres, y suelo contestarme que solo es así, si conoces tus derechos.
Quien me conoce sabe que jamás menosprecio a nadie pero en esta ocasión he hecho dos excepciones. Ojalá nadie tenga que verse nunca en la situación de no poder pagar su casa o de necesitar una ayuda, que por otra parte, es un derecho de todos. A veces se nos olvida.
Si habéis llegado hasta aquí, os doy las gracias. Necesitaba contar estas infamias que de alguna manera nos afectan a todos.