A menudo veo muchas publicaciones que sostienen la premisa de que "no tener ideología" te hace mejor persona. Que si tienes ideología o tomas partido por ciertas ideas, te vuelves fanático, tajante, prepotente, impulsivo y poco racional. Pero que si no la tienes, eres libre y ajeno a todo o a casi todo sesgo. Que ni de izquierdas, ni de derechas.
Pues bien. Para empezar TODO EL MUNDO tiene ideología. Incluso si crees que no hay que ser ni de izquierdas ni de derechas, tienes ideología. Cada vez que piensas "yo subiría aquí los impuestos o financiaría esto" o "yo no permitiría manifestaciones aquí" o "yo haría las vacunas obligatorias", estás manifestando tu ideología. Y, como tal, todo el mundo tiene sesgos ideológicos. TODO. EL. MUNDO.
Pero es que, además, tener una ideología y luchar por ella es, en mi modesta opinión, una de las cosas más bonitas y gratificantes que puedes hacer como ser humano.
Mi ideología me ha llevado a protestar por una sanidad pública y de calidad para todo el mundo. Mi ideología me ha llevado a jugarme el pellejo para detener un desahucio que me parecía injusto. Mi ideología me ha llevado a salir a la calle a pedir que nuestros políticos dejen de robarnos. Mi ideología me ha llevado a colaborar con el tejido social del barrio que me ha visto crecer y que tanto me ha dado, para poder devolvérselo. Y así podría poner cientos de ejemplos.
Las ideologías han configurado nuestro mundo. Creer en la democracia es, en sí mismo, una potente ideología que hace 1.000 años era la más grande de todas las utopías. Y aquí estamos, intentando hacerla realidad. Unos más y otros menos.
Evidentemente, hay personas que son obstinadas, que se adhieren a una organización y/o a unos dogmas y no los suelta nunca, incapaces de ceder ni un milímetro. Pero, tal y como yo lo veo, el problema está en las personas, no en las ideas. A grandes idealistas que pasarán a la Historia se les conoce por sus dotes diplomáticas, negociadoras y de consenso, por saber escuchar y por saber sacrificarse por los demás.
Y es por eso que cualquiera que dedica tiempo de su vida en hacer realidad sus ideales, desde una asociación vecinal hasta un partido, sindicato, ONG... se merece todo mi respeto y admiración, incluso aunque no pensemos igual.
Hoy en día se está poniendo incluso en tela de juicio el ser "antifascista", como si fuera lo mismo que ser fascista. Como si la equidistancia o la neutralidad ante las injusticias fuera lo deseable, lo objetivo. Lamento decir que no estoy de acuerdo. Si no te enfrentas a las injusticias y decides mirar a otro lado, tarde o temprano las terminas permitiendo.
Así que, por mí, ¡vivan las ideas! Orgulloso de poder decir que soy progresista, ecologista, demócrata, antirracista y feminista. Y, por supuesto, antifascista. Y orgulloso de poder decir que hay más ideas que longanizas y que cada persona pueda ser libre de poder luchar por aquello en lo que cree y por mejorar la vida de los demás, aunque sea un poquito.
Como dijo Edmund Burke en la ya tan manida cita: "Para que el mal triunfe, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.".