"Podría ser gracioso si sus consecuencias no hubieran sido tan trágicas. Tras el terremoto de 8.8 grados que asoló la zona centro-sur de Chile el 27 de febrero de 2010, los dos principales organismos encargados de monitorear la emergencia -el SHOA y la Onemi- cometieron una seguidilla de errores garrafales que pudieron incidir directamente en la muerte de al menos 30 personas."
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