A Rodrigo Saavedra el sistema lo cagó. En el 2002 su esposa lo acusó de haber violado a su hija de 10 años, cuando ambos ya estaban separados, y en el 2007 la justicia lo condenó a 15 años de cárcel, sin haber antecedentes certeros para hacerlo. Terminó en la ex Penitenciaría cargando por cuatro años con el cartel de violador, con todo el peso que ese delito tiene allí. Reclamó siempre por inocencia, hasta que en julio de 2011 la Corte Suprema lo absolvió de todos los cargos tras comprobar que su hija era virgen.
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