300.000 polluelos de un día de vida son sacrificados dejándolos abandonados al frío. La empresa propietaria de la granja está declarada en bancarrota por un problema de plazos en el pago de impuestos y no dispone de dinero para poder alimentarlos. Las empleadas depositan con lágrimas en los ojos a los polluelos en bidones en el exterior de la granja que son llenados después con agua helada.
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