Los adolescentes albergan la ilusión de que la noche es suya, sólo para ellos, sin el control de los adultos, y se quejan si les hacen regresar cuando ésta «no ha hecho más que empezar». De niños, nos es obligado ir pronto a la cama. Un rito de paso a la edad adulta consiste en conquistar el derecho a dominar la hora de vuelta por la noche. Hasta alcanzar este punto, el toque de queda es el arma que baten los progenitores cuando sus hijos aprenden a arañar minutos de donde sea.
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