Markus Ralser nunca pretendió estudiar el origen de la vida. Su investigación se centraba principalmente en cómo se alimentan las células y en cómo estos procesos pueden fallar en organismos estresados o enfermos. Pero hace una década, por pura casualidad, Ralser y su equipo hicieron un descubrimiento sorprendente.
El grupo, con sede en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), estaba estudiando la glucólisis, un proceso que descompone el azúcar en una serie de reacciones químicas, liberando energía que las células pueden utilizar.
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Soy un accidente, un error de medida. Un viajero de barro, que se lleva la corriente.