Me fui a casa, me tumbé en la cama y al despertar… Ahí estaba. Un horrible pitido en el oído derecho: tenía un acúfeno. Había leído que los acúfenos, en ocasiones, llegan a tu vida para quedarse eternamente. Cientos de personas arrastraban esta tortura desde hacía años. Algunos se habían habituado, a medias, y otros sencillamente estaban desesperados. Un mes y algo después de arrancar este martirio, y dos semanas más tarde de iniciar mi propia terapia de pitidos, me daba la sensación de que el zumbido era menos intenso. ¿Era mi impresión o…?
|
etiquetas: acúfenos , tínitus , pitidos , oidos , silencio