¡Qué alguién piense en los niños! es el grito que los religiosos conservadores, y algunos no creyentes, elevan cuando se habla de adopción homoparental. Claro está que ser ateo o agnóstico no implica estar a favor de los derechos civiles de gays y lesbianas. Pero la condición de racionalista y de humanista sexular implica analizar las adopciones por parte de personas del mismo sexo, por la evidencia disponible y el bienestar humano. Los argumentos basados en la Biblia, el Corán o el Papa carecen de peso.
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