El primer ministro griego voló recientemente a China para cortejar a los inversores chinos. En su afán de persuadir, le dio por una narrativa radical: Grecia es una historia de éxito. Un país que casi sucumbió en 2012 se hallaría ahora en vía de enmienda, en el camino de la estabilización y el crecimiento; un país de oportunidades para inversores dispuestos a inversiones archibaratas y deseosos de beneficiarse del crecimiento venidero. ¿De verdad?
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