La entrada triunfal de Alejandro Magno en Babilonia se produjo en octubre del 331 a.C. En el interior de la ciudad, el suelo fue tapizado con pétalos de flores y el camino fue flanqueado con altares de plata repletos de incienso y perfumes. Tras la comitiva, como obsequio, desfilaba ganado nutrido, caballos y carromatos con jaulas que transportaban animales exóticos. La procesión de bienvenida continuaba con los magos, que entonaban sus cantos tradicionales, los altos sacerdotes, y los mejores artistas de la ciudad tocando instrumentos.
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